Los líderes de la U.R.S.S., ávidos de heroínas a las que vanagloriar, encumbraron las hazañas bélicas de esta tiradora. Sin embargo, para algunos autores en su historia hay más leyenda que verdad
Se llamaba Lyudmila Pavlichenko, aunque hoy algunos la conocen como ‘Lady muerte’: un apodo quizás exagerado, pero que responde al terror que provocaba en los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Morena, de tez ruda y nariz afilada, los historiadores suelen aceptar que esta tiradora ucraniana acabó con la vida de tres centenares de alemanes durante la Gran Guerra Patria, como la denominan los rusos. Aunque su vida está rodeada de más enigmas que certezas –algunos autores afirman que su leyenda fue engrandecida por Iósif Stalin– lo que está claro es que sus habilidades no tienen nada que envidiar a las del soldado que, este viernes, acabó con la vida del general Mogamed Tusháyev.
La línea que separa la leyenda de la realidad es tan fina como el surco que crea en el aire un cartucho al salir despedido desde un fusil. Por si fuera poco, se difumina exactamente igual que él para conformar un todo. Una mezcolanza de verdad y mentira que queda grabada a fuego en la historia. Y eso es -precisamente- lo que ha ocurrido con las peripecias de la ucraniana Lyudmila Pavlichenko, conocida por ser una de las francotiradoras más letales del Ejército Rojo.
Vasili Záitsev, Tania Chernova… La lista de tiradores de élite cuyas andanzas fueron exageradas por la U.R.S.S. no es precisamente escasa. Al primero, por ejemplo, sus críticos le acusan de haberse inventado el duelo que mantuvo al final del conflicto con un experto francotirador nazi para exacerbar las capacidades de los soldados soviéticos. A la segunda, por su parte, le fueron atribuidas 80 bajas en apenas tres meses, cifras que algunos analistas consideran excesivas.
Por todo ello, no es raro que la mirada de historiadores actuales como Lyuba Vinogradova se cierna ahora de forma inquisitoria sobre Pavlinchenko. Una heroína cuya historia está plagada de inexactitudes e incongruencias. Al menos, según afirma la propia autora en su nueva obra: «Ángeles vengadores» (Pasado y Presente, 2017). Un extenso y concienzudo análisis del papel de las francotiradoras soviéticas en la Segunda Guerra Mundial.
Oficialmente, el gobierno de Iósif Stalin la encumbró como una heroína que segó la vida de exactamente 309 nazis. Sin embargo, sus hazañas bélicas se debaten entre la realidad y las exageraciones fabricadas por un país que, en plena Segunda Guerra Mundial, buscaba desesperadamente referentes para motivar a sus soldados.
Inciertos inicios
El autor Henry Sakaida afirma en ‘Heroines of the Soviet Union’ (Osprey, 2003) que nuestra protagonista llegó al mundo con el nombre de Lyudmila Mikhailovna el 12 de julio de 1916 en el pueblo de Belaya Tserkov, ubicado en Kiev (Ucrania).
«De carácter terco e independiente, la dotada estudiante acabó el noveno grado en la escuela de su ciudad», desvela el experto. A los 15 años su vida cambió, pues tuvo un hijo llamado Rostilav que destrozó su matrimonio con el estudiante Alekséi Pavlichenko. Así lo confirma la historiadora Lyuba Vinogradova en ‘ Ángeles vengadores‘ (Pasado y Presente, 2017). De resultas del escándalo, su familia tuvo que trasladarse a la capital desde la modesta ciudad de Bélaia Tsérkov.
Después, y según la versión más extendida, compaginó sus estudios con un trabajo de pulidora en una fábrica gracias a que un familiar se encargó de criar a su pequeño. Pero… ¿Dónde aprendió a disparar?, ¿cómo logró adquirir esa puntería que, años después, la convertiría en una de las francotiradoras más famosas de la historia de la URSS y de la Segunda Guerra Mundial? Según explicó ella misma en sus memorias, se convirtió en una tiradora sobresaliente en la asociación deportiva cuasi militar Osoaviajim. En 1941, cuando Adolf Hitler lanzó la Operación Barbarroja, Pavlinchenko tenía 24 años y se encontraba estudiando historia en la Kiev State University. Una vez más, su existencia iba a verse transformada.
Por entonces Stalin todavía no había llamado al combate a las mujeres. Sin embargo, ella decidió presentarse en una oficina de reclutamiento para enfrentarse al invasor germano. La situación asombró a los militares, que le ofrecieron varios trabajos que creían más apropiados para una mujer. «Ella tenía otras ideas. Había recibido entrenamiento militar básico en una escuela de Kiev y había ganado la Insignia de Tiradora de Voroshilov en torneos regionales», explica el divulgador Charles Stronge en ‘Sniper in Action: History, Equipment, Techniques’ (Amber Books, 2010). La ucraniana estaba tan empeñada en luchar que el reclutador le hizo una prueba de puntería.
La futura heroína de la Unión Soviética superó sin problemas el examen. Con todo, aquella situación se le quedó grabada en la memoria, como demostró en sus memorias: «Accedí al Ejército cuando las mujeres todavía no estaban aceptadas […] Tuve la opción de convertirme en enfermera, pero la rechacé». A partir de entonces su historia comienza a debatirse entre la realidad y la falsedad. Ejemplo de ello es que la mayoría de autores suele dar un salto y ubicar a nuestra protagonista ya como francotiradora en la batalla de Odessa, región ubicada al sur de la actual Ucrania. Una contienda en la que las fuerzas de Rumanía, por entonces del lado nazi, asediaron durante más de dos meses la mencionada región.
Los enigmas a su alrededor se cuentan por decenas. Uno de ellos, el momento en el que arribó a Odessa y si, ya por entonces, era tiradora de élite. El autor de ‘Sniper in Action: History, Equipment, Techniques’ es partidario de que sus habilidades fueron reconocidas a toda velocidad y, ya por entonces, había sido ascendida. Sakaida es más específico y determina en su obra que entró en combate con la 25ª División de Infantería (la V.I. Chapayev) «cerca de Odessa en agosto de 1941»; aunque ya como tiradora de élite.
Terror nazi
Pavlichenko se cobró sus dos primeras víctimas cerca de la ciudad de Belyayevka (ubicada a 50 kilómetros de Odessa) cuando su unidad recibió la orden de defender una colina. A partir de entonces, y en palabras de Sakai, el número de fascistas con los que acabó ascendió a la velocidad del rayo hasta 187. Todo ello, en apenas diez semanas y tras sufrir dos conmociones cerebrales y una herida menor. La francotiradora solía utilizar por entonces el clásico fusil soviético Mosin-Nagant equipado con una mira telescópica de 4 aumentos. Sin embargo, pronto apostó por usar el Tokarev SVT-40 semi automático. Arma de la que se fabricaron miles al comienzo de la IIGM, pero que dio multitud de problemas por ser difícil de mantener en el campo de batalla.
Sakai no hace referencia al primer arma de Pavlichenko, aunque sí explica que prefería el Tokarev debido a que no había que amartillarlo tras cada disparo. No le falta razón al experto, pues en una buena parte de las imágenes de la mujer que han sobrevivido al paso del tiempo se la puede ver con dicha arma.
Tras la caída de Odessa, el Ejército Marítimo Independiente –en el que se encontraba encuadrada Pavlichenko– fue trasladado hasta Sebastopol, donde la francotiradora combatió hasta la extenuación. En esta posición estuvo ocho meses. Semanas más que duras en las que demostró su pericia y su resistencia aguantando las bajas temperaturas y comiendo insectos. Fue durante su estancia en Sebastopol cuando comenzó a hacerse un hueco entre los mejores tiradores del Ejército Rojo. Según su biografía, fue en esta ciudad donde mantuvo decenas de duelos con francotiradores nazis enviados para acabar con ella.
«En uno de aquellos enfrentamientos tuvo que permanecer 24 horas tumbada en la misma posición mientras acechaba a un enemigo cauteloso. Cuando, al amanecer del segundo día, consiguió al fin ponerlo en su mira y abatirlo, tomó de su cadáver no solo el fusil, sino también su diario de víctimas, que la informó de que había comenzado a servir de francotirador en Dunkerque y que […] había acabado ya con 500 soldados y oficiales», explica Vinogradova.
Pero este no fue su único duelo contra los francotiradores germanos. El más famoso fue uno narrado en una revista soviética. Según el mencionado reportaje, con el que Pavlichenko saltó a la fama, se topó en una ocasión con un observador alemán experto que se había ocultado en unos arbustos. Sin dudarlo, comenzó a acecharle para acabar con él. No le resultó fácil, pues el nazi utilizó contra ellas todos los trucos que conocía. El primero fue colocar un casco sobre un palo y levantarlo para que la joven hiciese fuego y desvelase su posición. Ella no cayó en la trampa.
Siempre según el artículo, el francotirador hizo entonces corretear cerca de él a un gato y a un perro para distraer a la chica. «Una cosa así no es habitual, y cualquier francotirador sin experiencia podría haberse dejado distraer y haber permitido al observador enemigo hacer su trabajo entretanto», se explicaba en el texto. La última artimaña del francotirador nazi fue la que le costó la vida. Desesperado por descubrir dónde diantres se ubicaba su enemiga, fabricó un muñeco falso ataviado con el equipo de un soldado alemán y lo alzó sobre los arbustos. Aquello le llevó a la tumba. «Así reveló la posición del alemán y le hizo saber que en breve se haría visible», explica Vinogradova en su obra. Al final, la mujer disparó cuando vio el destello de unos binoculares… y acabó con el soldado.
Todas estas bajas hicieron a Pavlichenko famosa entre los mandos nazis. La leyenda afirma que, a partir de entonces, no era raro escuchar en medio del campo de batalla a los germanos pidiéndole que cambiara de bando a cambio de todo tipo de lujos. A su vez, la tiradora de élite también señaló que, después de ser ascendida a teniente, recibió la orden de seleccionar y entrenar a una unidad de francotiradores de la boca del mismísmo general Iván Petrov. La leyenda que generó a su alrededor no tuvo límites. No en vano la misma Pavlichenko solía reiterar que despertaba auténtico pavor en los nazis. Algo lógico pues, allá por junio de 1942, ya había acabado con 309 enemigos. Entre ellos, un centenar de oficiales y entre 33 y 36 francotiradores germanos (atendiendo a las fuentes).
Con todo, ni los duelos ni las bajas le valieron para evitar la mala suerte. En junio de 1942 un disparo de mortero le provocó heridas tan severas en la cara que tuvo que ser evacuada del frente en submarino. Una medida jamás vista hasta entonces. Por esas fechas, y según sus palabras, los alemanes ya habían amenazado con asesinarla y desmembrar su cuerpo en 309 trozos como venganza por sus compañeros caídos. Jamás lo conseguirían ya que, tras una ardua recuperación, la URSS decidió que era un icono demasiado valioso y le prohibieron volver a los campos de batalla.
Se forja la leyenda
El autor Henry Sakaida afirma en « Heroines of the Soviet Union» (Osprey, 2003) que nuestra protagonista llegó al mundo con el nombre de Lyudmila Mikhailovna el 12 de julio de 1916 en «el pueblo de Belaya Tserkov», ubicado en Kiev (Ucrania). «De carácter terco e independiente, la dotada estudiante acabó el noveno grado en la escuela de su ciudad», añade el experto. Aproximadamente a los 15 años su vida cambió radicalmente, pues tuvo un hijo llamado Rostilav que -en palabras de Vinogradova- destrozó su matrimonio con el estudiante Alekséi Pavlichenko.
«De resultas del escándalo, su familia tuvo que trasladarse a Kiev desde la modesta ciudad de Bélaia Tsérkov», explica la autora en su nueva obra. Posteriormente, y según la versión más extendida, compaginó sus estudios con un trabajo de pulidora en una fábrica gracias a que un familiar se encargó de criar a su pequeño.
Pero… ¿Dónde aprendió a disparar? ¿Cómo logró adquirir esa puntería que, años después, la convertiría en una de las francotiradoras más famosas de la historia de la U.R.S.S.? Según explicó ella misma en sus memorias, empezó a convertirse en una tiradora sobresaliente en la asociación deportiva cuasi militar Osoaviajim.
Alistamiento
En 1941, cuando Adolf Hitler lanzó la Operación Barbarroja (el ataque masivo sobre la U.R.S.S. tras un gigantesco bombardeo de la Luftwaffe), Pavlinchenko tenía 24 años y se encontraba estudiando historia en la Kiev State University. Por entonces Iósif Stalin todavía no había llamado al combate a las mujeres. Sin embargo, ella decidió presentarse en una oficina de reclutamiento para enfrentarse al invasor germano. La situación asombró a los militares, que le ofrecieron varios trabajos que creían más apropiados para una mujer.
«Ella tenía otras ideas. Había recibido entrenamiento militar básico en una escuela de Kiev y había ganado la Insignia de Tiradora de Voroshilov en torneos regionales», explica el divulgador Charles Stronge en « Sniper in Action: History, Equipment, Techniques» (Amber Books, 2010).
La ucraniana estaba tan empeñada en luchar que el reclutador le hizo una prueba de puntería. Examen que la futura heroína de la Unión Soviética superó sin problemas. Con todo, aquella situación se le quedó grabada en la memoria, como demostró en sus memorias: «Accedí al Ejército cuando las mujeres todavía no estaban aceptadas […] Tuve la opción de convertirme en enfermera, pero la rechacé».
A partir de entonces su historia comienza a debatirse entre la realidad y la falsedad. Ejemplo de ello es que la mayoría de autores suele dar un salto y ubicar a nuestra protagonista ya como francotiradora en la batalla de Odessa (región ubicada al sur de la actual Ucrania). Una contienda en la que las fuerzas de Rumanía (por entonces del lado nazi) asediaron durante más de dos meses la mencionada región.
«Sus habilidades como tiradora fueron rápidamente reconocidas y fue ascendida a francotiradora», explica el autor de «Sniper in Action: History, Equipment, Techniques». Sakaida es más específico y determina en su obra que nuestra protagonista entró en combate con la 25ª División de Infantería (la «V.I. Chapayev») «cerca de Odessa en agosto de 1941». Aunque también señala que como tiradora de élite.
Primeras bajas
Pavlichenko se cobró sus dos primeras víctimas cerca de la ciudad de Belyayevka (ubicada aproximadamente a 50 kilómetros de Odessa) cuando su unidad recibió la orden de defender una colina. A partir de entonces, y en palabras de Sakai, el número de «fascistas» con el que acabó en la mencionada contienda ascendió rápidamente… ¡hasta 187! Todo ello, según sus biógrafos, en apenas diez semanas y tras sufrir dos conmociones cerebrales y una herida menor.
Al parecer, y según Stronge, la francotiradora comenzó la guerra utilizando el clásico fusil soviético Mosin-Nagant equipado con una mira telescópica de 4 aumentos. Sin embargo, pronto apostó por usar el Tokarev SVT-40 semi automático. Arma de la que se fabricaron miles al comienzo de la contienda, pero que dio multitud de problemas por ser difícil de mantener en el campo de batalla. Sakai no hace referencia al primer arma de Pavlichenko, aunque sí explica que prefería el Tokarev debido a que no había que amartillarlo tras cada disparo.
No le falta razón al experto, pues en una buena parte de las imágenes de la mujer que han sobrevivido al paso del tiempo se la puede ver con dicha arma.
Sebastopol
Tras la caída de Odessa, el Ejército Marítimo Independiente -en el que se encontraba encuadrada Pavlichenko- fue trasladado hasta Sebastopol, donde la francotiradora combatió hasta la extenuación. En esta posición estuvo ocho meses. Semanas más que duras en las que demostró su pericia y su resistencia aguantando las bajas temperaturas y comiendo insectos.
Fue durante su estancia en Sebastopol cuando Pavlichenko comenzó a hacerse un hueco entre los mejores tiradores del Ejército Rojo. Según su biografía, fue precisamente en esta ciudad donde mantuvo decenas de duelos con francotiradores nazis enviados específicamente para acabar con ella.
«En uno de aquellos enfrentamientos tuvo que permanecer 24 horas tumbada en la misma posición mientras acechaba a un enemigo cauteloso. Cuando, al amanecer del segundo día, consiguió al fin ponerlo en su mira y abatirlo, tomó de su cadáver no solo el fusil, sino también su diario de víctimas, que la informó de que había comenzado a servir de francotirador en Dunkerque y que […] había acabado ya con 500 soldados y oficiales», explica Vinogradova.
Pero este no fue su único duelo contra los francotiradores germanos. El más famoso fue uno narrado en una revista soviética. Según el mencionado reportaje, con el que Pavlichenko saltó a la fama, nuestra protagonista se topó en una ocasión con un observador alemán experto que se había ocultado en unos arbustos. Sin dudarlo, comenzó a acecharle para acabar con él. No le resultó fácil, pues el nazi utilizó contra ellas todos los trucos que conocía. El primero fue colocar un casco sobre un palo y levantarlo para que la joven hiciese fuego y desvelase su posición. Ella no cayó en la trampa.
Siempre según el artículo, el francotirador hizo entocnes corretear cerca de él a un gato y a un perro para distraer a la chica. «Una cosa así no es habitual, y cualquier francotirador sin experiencia podría haberse dejado distraer y haber permitido al observador enemigo hacer su trabajo entretanto», se explicaba en el texto.
La última artimaña del francotirador nazi fue la que le costó la vida. Desesperado por descubrir dónde diantres se ubicaba su enemiga, fabricó un muñeco falso ataviado con el equipo de un soldado alemán y lo alzó sobre los arbustos. Aquello le llevó a la tumba. «Así reveló la posición del alemán y le hizo saber que en breve se haría visible», explica Vinogradova en su obra. Finalmente, la mujer disparó cuando vio el destello de unos binoculares… y acabó con el soldado.
Todas estas bajas hicieron a Pavlichenko famosa entre los mandos nazis. La leyenda afirma que, a partir de entonces, no era raro escuchar en medio del campo de batalla a los germanos pidiéndole que cambiara de bando a cambio de todo tipo de lujos. A su vez, la tiradora de élite también señaló que, después de ser ascendida a teniente, recibió la órden de seleccionar y entrenar a una unidad de francotiradores de la boca del mismísmo general Iván Petrov.
La leyenda que generó a su alrededor esta francotiradora no tuvo límites. No en vano la misma Pavlichenko solía reiterar que despertaba auténtico pavor en los nazis. Algo lógico pues, allá por junio de 1942, ya había acabado con 309 enemigos. Entre ellos, un centenar de oficiales y entre 33 y 36 francotiradores germanos (atendiendo a las fuentes).
Final y comienzo
Con todo, ni los duelos ni las bajas le valieron para evitar la mala suerte. En junio de 1942 un disparo de mortero le provocó heridas tan severas en la cara que tuvo que ser evacuada del frente en submarino. Una medida jamás vista hasta entonces. Por esas fechas, y según sus palabras, los alemanes ya habían amenazado con asesinarla y desmembrar su cuerpo exactamente en 309 trozos como venganza por sus compañeros caídos.
Jamás lo conseguirían ya que, tras una ardua recuperación, la U.R.S.S. decidió que Pavlinchenko era un icono demasiado valioso y prohibieron a la francotiradora volver a los campos de batalla. Todo ello, tras otorgarle la estrella dorada de Heroína de la Unión Soviética el 16 de julio de 1942.
Pavlichenko realizó varias visitas a los países aliados de la U.R.S.S. para demostrar las bondades de los francotiradores soviéticos. La más famosa de ellas se sucedió a finales de agosto de 1942, fecha en la que acudió a Estados Unidos junto al también tirador de élite Vladimir Pchelíntsev. «¿Por qué se eligieron a dos tiradores de precisión, en lugar de a dos pilotos o dos comandantes de carros de combate? […] Porque los francotiradores eran algo de lo que presumir. Los alemanes los temían, y la prensa soviética les dedicó una buena parte de su atención», añade Vinogradova.
En Estados Unidos, Pavlichenko dio todo tipo de charlas y respondió a preguntas más que incómodas hechas por periodistas poco escrupulosos. Algunas tan atrevidas para la época como «¿Qué ropa interior prefiere la señorita Pavlichenko y de qué color le gusta más?» o «¿Se pintan los labios las chicas que sirven en el frente?». Según narró su compañero Pchelíntsev posteriormente, la joven -de apenas 26 años- supo salir airosa de estas cuestiones y causó una grata impresión en los reporteros.
Posteriormente, fue recibida también por el presidente Franklin D. Roosevelt y su esposa en la Casa Blanca. Así se pudo leer en varios artículos publicados el 29 de agosto: «La teniente de 26 años Liudmila Pavlichenko, cautivadora princesa guerrera que posee la marca individual más alta entre los mejores francotiradores del Ejército Rojo, hizo ayer dos cosas que nunca habría podido imaginar […]: llegar a Washington y convertirse en la primera amazona soviética en visitar la capital […] y pasar la noche en la Casa Blanca en calidad de invitada del presidente Roosevelt y la primera dama estadounidense».
Como curiosidad, durante aquellas jornadas conoció incluso a Charles Chaplin, quien dijo de ella lo siguiente: «Es increíble que estas manitas hayan matado nazis, hayan segado sus vidas por centenas sin fallar».
Ya en la U.R.S.S., Pavlichenko terminó sus días graduándose en la universidad de Kiev. Sin embargo, no ejerció ni como historiadora, ni como instructora de tiro de precisión tras la Segunda Guerra Mundial. «Trabajó en el cuartel general de la armada y, más tarde, en el comité de veteranos de guerra sin causar, a todas luces, una gran impresión en ninguno de ellos», completa la autora. Falleció el 10 de octubre de 1974.
Las 10 mentiras de Pavlichenko
1-La baja número 300
En sus memorias, Pavlichenko afirma que su baja número 300 la llevó a cabo el 12 de julio de 1942 (el día de su cumpleaños). Más concretamente, afirma que fue un regalo que se hizo a sí misma en Sebastopol. Sin embargo, el gobierno soviético confirmó que la ciudad se había perdido el día 3 de ese mismo mes. Por lo tanto, es imposible que acabara con su objetivo aquella jornada. Por si fuera poco, la versión más extendida es que los servicios sanitarios la sacaron de allí… ¡en junio de 1942!
2-El número de muertos
Pavlichenko reiteró en varias ocasiones que los nazis habían prometido despedazarla en 309 trozos para vengarse de sus compañeros caídos. Algo imposible debido a que, como explica Vinogradova, es muy probable que no acabara con tantos enemigos y que los datos fuesen conocidos en apenas días por los nazis.
3-Perros y gatos contra francotiradores
El primer informe que habla de Pavlichenko en la prensa afirma que un francotirador nazi utilizó animales para tratar de distraerla. Algo sumamente extraño en la época. «Todo apunta a que este es el único caso conocido de uso de perros y gatos a modo de defensa frente a un francotirador», destaca la autora.
4-Líder de francotiradoras
Pavlichenko señaló que el general Iván Petrov le ordenó que liderase una sección de francotiradores entrenados por ella misma entre 1941 y 1942. Algo que Vinogradova considera imposible: «El Ejército Rojo no contaba aún con unidades así. Además, Pavlinchenko acabó su servicio en el frente con el grado de subteniente, con el que habría podido comandar, a lo sumo, un pelotón», señala Vinogradova.
5-Pelotones contra su unidad
La ucraniana explicó que los nazis enviaron en una ocasión a un grupo de expertos francotiradores para acabar con su unidad. Vinogradova señala que eso es algo imposible debido a que, durante los años en los que esta mujer estuvo en el frente, los tiradores de élite germanos trabajaban de forma aislada y eran sumamente escasos.
6-Las condecoraciones
Las condecoraciones podrían desvelar la verdadera historia de Pavlichenko. En palabras de Vinogradova, es sumamente extraño que no recibiera ninguna medalla en Odessa a pesar de que acabó con 187 enemigos.
«A los francotiradores les concedían una medalla por cada diez enemigos muertos o heridos, y la Orden de la Estrella Roja por cada veinte. Si causar setenta y cinco bajas bastaba para obtener el título de Héroe de la Unión Soviética, ¿cómo es que a ella no le dieron nada?», destaca la experta.
No le falta razón ya que, aunque obtuvo dos condecoraciones de suma importancia (la Orden de Lenin y la de Heroína de la U.R.S.S.), las recibió después de ser herida y evacuada en 1942.
7-La herida en la cara
Pavlichenko afirmó que fue evacuada en submarino después de recibir una severa herida en la cara. Sin embargo, en las fotografías que se le hicieron después no se aprecia que tenga ninguna cicatriz en el rostro. Nada que ver con Simo Hayha.
8-La mujer que no disparó
Según Vinogradova, existe documentación que confirma que Pavlichenko rehusó hacer gala de su puntería durante su gira por Estados Unidos, algo que le solicitaban habitualmente los periodistas. Así pues, su compañero de viaje era el que solía asumir la responsabilidad de demostrar las habilidades de los tiradores de élite de Stalin. La mujer tan solo se dignó a ello en una ocasión, y Pchelíntsev dejó por escrito que el resultado fue «chapucero».
9-Los registros
En su biografía, Pavlichenko explica que siempre acaba sus duelos contra francotiradores enemigos de la misma forma: acercándose hasta su cadáver y recogiendo su documentación y su fusil tras derribarles.
Vinogradova considera esto fantasioso y contrario a la esencia misma de los tiradores de élite, quienes solo se acercaban a su víctima después de asegurarse (en ocasiones durante horas) de que no había enemigos que pudieran descubrirles en los alrededores. «Detalles como estos resultan inusuales en las relaciones que hacen otros francotiradores de sus operaciones», determina.
10-Su extraño final
También requiere una mención especial el que Pavlichenko no se dedicara a entrenar francotiradores tras la Segunda Guerra Mundial. De hecho, posteriormente pasó por el ejército sin pena ni gloria.