La huida del presidente de Sri Lanka, Gotabaya Rajapaksa, tras la masiva insurrección popular que vivió el país, deja a la isla en un enorme limbo. ¿Cómo se llegó a este punto?
Las escenas de la escabullida del presidente de Sri Lanka superan con creces cualquier historia de Hollywood. Las imágenes eran impactantes. Al palacio presidencial no le cabía un alma. Centenares se agolpaban en las terrazas; otros, en el techo; varios, en las estatuas, mientras que miles más esperaban abajo en medio del más profundo caos.
Los manifestantes arrasaban con todo a su paso. En los videos quedó registrado cómo sus manos quitaban las pesadas rejas de metal que protegían la residencia y se encaramaban a los muros ondeando banderas. Ante esta insurrección, el presidente Gotabaya Rajapaksa dimitió y huyó. El país quedó sumido en la más grande incertidumbre.
La situación fue tan extrema que el primer mandatario también tuvo que fugarse del aeropuerto de la capital, pues los pasajeros del avión no quisieron compartir con él un vuelo. Al final, fue trasladado de manera secreta en un Antonov-32 a Singapur, desde donde oficializó su renuncia. Hizo una parada en Maldivas y lo acompañaron su esposa y dos guardaespaldas. Como casi no se puede escapar, se pensó incluso en enviarlo en una patrulla marina.
Tras la huida del presidente, los miles de manifestantes abandonaron el palacio presidencial. La situación llegó a este punto tras la peor crisis económica que ha vivido el país en décadas. “Rajapaksa está acusado de una mala gestión de la economía, llevando al país al caos y a una crisis profunda por la falta de divisas, lo que hace imposible financiar las importaciones de productos esenciales para la población de 22 millones de habitantes”, explica la cadena alemana DW.
Los miles de protestantes que antes habían ido al palacio presidencial con la idea de destruirlo, luego del anuncio de dimisión, volvieron a limpiar el lugar. La mansión quedó abierta al público y hoy es un atractivo turístico. Según narra un documental de la DW, centenares han ido a ver cómo vivía, en medio de lujos, el primer mandatario, se metieron a su piscina y usaron su gimnasio. No fue el único sitio de Colombo, la capital del país, vandalizado y que ahora es reconstruido.
“La partida de Gota marca el final del dominio político de dos décadas de su familia en la isla. La mayoría de los habitantes de Sri Lanka lo consideraban pasado de tiempo y ahora con su huida deja al país con un vacío político”, asegura The Economist. La revista publicó un análisis que tituló con la pregunta que muchos se hacen: “Hoy Sri Lanka no tiene ni dinero ni gobierno. ¿Ahora qué?”.
El semanario cuenta cómo la violencia se apoderó de la isla y en este mes de protestas decenas perdieron la vida. Relata dos episodios en particular: los manifestantes tiraron, presos de ira, el carro de un ministro a un lago y lincharon a un congresista, que a su vez había asesinado a uno de los manifestantes en medio de la confrontación.
El motor de esa desazón es la inflación galopante que asfixió a la población. “Una combinación de malas políticas y conmociones externas, en particular el colapso del turismo durante la pandemia y el aumento de los precios de las materias primas tras la invasión rusa de Ucrania, han agotado las reservas de divisas de Sri Lanka y han elevado la inflación de los precios al consumidor a casi 30 por ciento interanual”. El país también declaró una moratoria de su deuda, avaluada en 51.000 millones de dólares, y está en negociaciones con el Fondo Monetario Internacional.
Mientras eso sucedía, el primer mandatario vivía en la más impresionante opulencia. Para huir, incluso decidió hospedarse en el lujoso Waldorf Astoria, en tanto que su pueblo sufría de hambre por culpa de las malas políticas de su gobierno.