En un nuevo capítulo de Un lugar en el mundo, cómo este pequeño país sudamericano logró triplicar su PBI en cinco años.
El Fondo Monetario Internacional reveló un gráfico que mostró que algunos de los países que más crecieron en 2022 fueron islas: Fiji, con el 12,5%, Seychelles, con el 10,9; y Barbados, con el 10,5.
Sin embargo, hay un país que está creciendo más que ningún otro. Y no es ninguna potencia mundial, sino que es un pequeño territorio al norte de Sudamérica. Se trata de Guyana, un lugar en el que su PBI se triplicó en los últimos 5 años, convirtiéndose en la economía de más rápido crecimiento del mundo.
Ubicado entre Venezuela, Suriname y Brasil y con casi 800.000 habitantes, el país registró un crecimiento del 62,3% en 2022, siendo, por amplio margen, el que más creció. Su capital es Georgetown y es el único país de Sudamérica en el que se habla inglés.
El mapa del FMI que muestra el crecimiento del PBI de todos los países del mundo en 2022.
Históricamente, Guyana fue uno de los países más pobres de América. Eso se puede ver reflejado en algunos datos. Por ejemplo, fuera de área limítrofe viven más guayaneses que en el mismo país. A su vez, tiene el segundo índice de mortalidad infantil más alto del continente, solo detrás de Haití.
El país en el último tiempo basó su economía principalmente en la producción de arroz, de azúcar y de oro. Pero en 2015 las cosas empezaron a cambiar. Ese año, la compañía estadounidense ExxonMobil encontró petróleo en el mar guyanés. Y a ese descubrimiento le siguieron varios más.
Encontraron tanto petróleo que Guyana se convirtió en líder mundial de descubrimientos offshore desde 2015, con alrededor del 30% del petróleo descubierto en todo el mundo desde entonces. Y ahí es donde todo empezó a mejorar.
Este milagroso descubrimiento trajo consigo muchísimo capital extranjero, lo que llevó a que empiece a crecer el PBI y que este lugar se empiece a desarrollar de manera impensada. El petróleo se convirtió en más del 70% de lo que exporta y el resto de sus producciones quedaron relegadas.
Pero no todo es tan sencillo. Uno de los problemas que tiene Guyana es que es un país muy dividido políticamente. Desde su independencia de Reino Unido, el país está notablemente separado en dos grupos: los indoguyaneses, descendientes de esclavos de la India traídos por los ingleses, del People’s Progressive Party; y los afroguyaneses, del People’s National Congress.
Por eso, casi que cualquier decisión política está atravesada por esa polarización. Una de las primeras cosas que tuvo que hacer el gobierno de Guyana fue negociar con las empresas extranjeras. Y, como siempre, acá empezaron los conflictos.
En 2016 el presidente era David Granger, un afroguyanés. Su gobierno hizo uno de los primeros acuerdos con Exxon para la exploración. Pero ese acuerdo no resultaba muy favorable para el país: consistía en que el país impondría una tarifa del 2% a modo de regalías por el petróleo extraído.
Luego, la empresa podría usar el 75% de las ganancias para pagar las operaciones previas y durante la exploración, y el sobrante de ganancias se repartiría 50-50 entre la empresa y el Estado. Este acuerdo gustó tan poco que en 2020 Granger perdió unas elecciones disputadísimas con un indoguyanés, Irfan Ali, que es el actual presidente.
Su gobierno lanzó una nueva licitación que incluía un 10% de regalías para el gobierno de las extracciones, un 65% para que la empresa pueda cubrir sus costos, al cual se le sumaba un 10% de impuestos, y, a partir de ahí, el resto sería dividido 50-50.
En 2021 el gobierno creó un fondo soberano de ganancias provenientes del petróleo, pero rápidamente aprobó un presupuesto de 600 millones de dólares provenientes de ese fondo para el del año siguiente, un 44% mayor que el del año anterior.
Su plan se basa en la inversión en infraestructura, educación y en un proyecto de desarrollo de baja producción de carbono para 2030. Este último es uno de sus objetivos más ambiciosos y se concentra en la producción de energía renovable, la protección de la biodiversidad y la promoción del turismo sustentable.
Pero nada asegura que ese dinero sea utilizado de la manera correcta. Según el Índice de Transparencia Internacional, Guyana se ubica en el puesto 85 de 180 países en niveles de corrupción.
De lograr la cooperación y estabilidad necesarias, se calcula que hasta 2027 Guyana podría crecer casi 25% por año, logrando un PBI per cápita de 35 mil dólares y convirtiéndose en el país de mayor PBI per cápita de Sudamérica.
Pero más allá de la importancia de la transparencia en las cuentas, desde el gobierno de Guyana ven también esta situación como una carrera contra el tiempo. Hay un consenso mundial para la búsqueda de un mundo con cero emisiones de carbono para 2050 y, de concretarse, este hallazgo millonario dejaría de tener tanto valor.
El petróleo puede parecer una bendición, pero está demostrado que son pocas las ocasiones en las que su dividendos llegan a las manos adecuadas. Guyana se enfrenta a un desafío enorme. Sus posibilidades de crecimiento están ligadas a que pueda lograr estabilidad política y orden en sus finanzas. Y eso solo el tiempo lo dirá.