Puerto Príncipe, Haití (CNN) — Desde arriba, Puerto Príncipe, la capital de Haití, todavía parece serena, con sus casas encaladas trepando por empinadas colinas verdes que rodean una bahía resplandeciente. Pero para pisar sus agrietadas calles se requiere un cálculo cuidadoso del riesgo.
Las pandillas despiadadas tienen un dominio absoluto sobre la ciudad, se aprovechan de la población, transforman los vecindarios en feudos criminales en guerra y aíslan el puerto internacional de Haití del resto del país.
En esta ciudad, los videos en línea más compartidos suelen ser imágenes de tortura, grabadas y publicadas por pandillas para sembrar el horror y acelerar el pago de rescates para miles de víctimas de secuestro. El mes pasado, pocas horas después de aterrizar en el aeropuerto Toussaint L’Ouverture de la ciudad, un equipo de CNN comenzó a recibir mensajes reenviados de contactos que compartían las últimas imágenes crueles: una mujer atada que se alejaba de las llamas mientras sus secuestradores se burlaban.
Fue un vistazo al tormento viral diario de la vida en Haití, donde las frecuentes protestas civiles enfatizan que la población ha llegado a un punto de quiebre. Las pandillas controlan el 80% de la capital, según estimaciones de la ONU, y luchan por apoderarse del resto.
Desde la semana pasada, Puerto Príncipe se ha visto afectada por una ola de ataques de pandillas altamente coordinados, en los que grupos armados queman comisarías de policía y liberan prisioneros, algo que un líder de una pandilla describió como un desafío directo al impopular primer ministro de Haití, Ariel Henry. El domingo, el Gobierno de Haití declaró el estado de emergencia después de que miles de reclusos aparentemente escaparan de su prisión más grande.
“Hemos elegido tomar nuestro destino en nuestras propias manos. La batalla que estamos librando no sólo derrocará al Gobierno de Ariel. Es una batalla que cambiará todo el sistema”, afirmó Jimmy “Barbeque” Cherizier, un expolicía que se autodenomina como la figura de Robin Hood en su territorio, en un comunicado recogido por los medios locales.
El paradero de Henry no está claro actualmente, después de una visita a Kenya la semana pasada.
«El país no puede seguir así»
Cada año en la memoria reciente ha sido peor que el anterior, cada catástrofe es un golpe más al Estado haitiano en desintegración. En el centro de Puerto Príncipe, el histórico Palacio Nacional del país todavía está en ruinas tras el devastador terremoto de 2010 en Haití. Ahora, varios juzgados de la zona han sido tomados y ocupados por pandillas.
Muchos haitianos culpan a su primer ministro por ceder rápidamente terreno a las pandillas durante los últimos tres años, mientras se niegan a organizar elecciones que traerían un nuevo gobierno y darían al país un nuevo comienzo. Henry y sus aliados dicen que la inseguridad actual haría imposible una votación libre y justa, pero tales explicaciones hacen poco para apaciguar la indignación popular.
A principios de este mes, cuando en un barrio de Puerto Príncipe surgieron rumores de que se cerraría una comisaría local, los residentes hartos rápidamente salieron a las calles, derribaron un autobús y quemaron neumáticos mientras pedían el derrocamiento de Henry.
“Ariel Henry tiene que irse”, gritó un manifestante. “Vivimos en una precariedad total. Vivimos en medio de la basura, de aguas residuales. No tengo nada, estoy vacío. No puedo ir a trabajar, no puedo mantener a mi familia, no puedo enviar a mis hijos a la escuela”.
Incluso para algunos dentro de las pandillas, la brutalidad de la situación actual se ha vuelto insoportable.
“Veo gente morir frente a mí todos los días”, dijo a CNN, visiblemente angustiado, un recluta de 14 años de una pandilla del barrio Martissant de la ciudad, en una entrevista el mes pasado. “Lo que más odio es cuando (otros pandilleros) matan a alguien y me hacen quemar el cuerpo”, dijo.
Uno de sus amigos, también pandillero, fue asesinado y quemado hace unos días, añade. «No quiero que eso me pase a mí». CNN no nombra al adolescente debido a preocupaciones por su seguridad.
“El sentimiento sobre el terreno es que el país no puede seguir así. El nivel de violencia al que está expuesta la gente es inhumano”, advirtió el miércoles la representante especial adjunta de las Naciones Unidas en Haití, Ulrika Richardson, en una conferencia de prensa en Nueva York.
El 80% de Puerto Príncipe controlado por pandillas
En TikTok y WhatsApp, cuentas que hacen alarde de armas y autos llamativos promocionan su afiliación con grupos como la pandilla 5 Segond, 400 Mawozo (famoso en EE.UU. por el secuestro en 2021 de más de una docena de misioneros extranjeros) y Kraze Barye, por cuyo líder hay una recompensa de casi US$ 2 millones dólares por parte del FBI.
Las pandillas de Haití alguna vez fueron vistas como instrumentos de matoneo para políticos poderosos y elites empresariales. Pero hoy parecen haberse soltado de esos poderosos; las pandillas que invaden Puerto Príncipe se han convertido en “empresarios violentos” independientes, según un análisis reciente de la Iniciativa Global Contra el Crimen Organizado Transnacional.
En un país empobrecido con poco que explotar, las pandillas están tratando a los seres humanos como mercancías: secuestraron al menos a 2.490 personas de la calle el año pasado para comerciar con un negocio de secuestro en rápido crecimiento, según cifras de la ONU.
Las víctimas cuyas familias no pueden pagar su liberación suelen ser asesinadas, sumándose a los miles de personas que han perdido la vida por disparos indiscriminados, oleadas de incendios provocados y otros abusos. La tasa nacional de homicidios de Haití se duplicó el año pasado, alcanzando 41 asesinatos por cada 100.000 personas, según la ONU, una de las tasas de homicidios más altas del mundo.
La Policía Nacional de Haití, que cuenta con una nueva y agresiva unidad antipandillas, ha tenido cierto éxito en la captura de algunas figuras criminales y en frenar la expansión de las pandillas en áreas clave de la ciudad, incluso junto a la embajada de Estados Unidos. Pero con casi 100 pandillas en crecimiento en el área metropolitana, la fuerza simplemente no tiene la capacidad ni el entrenamiento para restaurar la calma en el país, dicen las fuentes.
Según cifras de la ONU, los agentes en la policía haitiana están renunciando en masa: 1.663 agentes se fueron solo en 2023.
A medida que se extiende el hambre, crece la ira popular
Una mañana reciente en el barrio de Delmas, decenas de mujeres del cercano barrio marginal de Cité Soleil, controlado por pandillas, hicieron fila para recibir alimentos del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, distribuidos por la organización benéfica católica St. Kizito.
Todas las personas a las que se acercó CNN dijeron que habían sido brutalizadas de una forma u otra; una relató haber sido violada por un miembro de una pandilla y mostró cicatrices en su brazo por el ataque. Una viuda dijo que su marido había sido quemado vivo dentro de su casa familiar durante una batalla entre pandillas.
“Estaba en casa con mi familia cuando un grupo rival de nuestra pandilla local atacó el vecindario. Tuve tiempo de correr con mi hijo, pero mi marido se demoró detrás de nosotros. Quemaron la casa con él dentro”.
Según la ONU, más de 300.000 civiles se han quedado sin hogar debido a la guerra entre bandas criminales.
Al otro lado de Haití, en la ciudad costera sureña de Jeremie, un administrador de la escuela St. John Bosco le dijo a CNN que al menos 20 nuevos estudiantes habían llegado de la capital con sus familias desde principios de 2024, algunos huyendo en tal prisa que no llevaron ropa y ni siquiera documentos de identificación.
Pero en las zonas rurales la amenaza es el hambre. El control de las pandillas en carreteras clave en Puerto Príncipe y sus alrededores ha ralentizado drásticamente el transporte de alimentos y combustible importados vitales en todo el país. Se requieren sobornos exorbitantes para un paso seguro.
Los precios están aumentando de manera insostenible para una población donde más del 60% de los hogares viven con menos de US$ 4 al día, según estimaciones del Banco Mundial.
Un vendedor del mercado en Jeremie le dijo a CNN que el precio mayorista de un saco de azúcar ahora había saltado del equivalente a US$ 50 a US$ 150. El costo de una bolsa de arroz, un alimento básico en la cocina haitiana, ha aumentado de US$ 40 a US$ 120.
El estrés de tratar de llegar a fin de mes en estas condiciones está desgastando el tejido social. En enero, personas amotinadas atacaron la escuela St. John Bosco, tratando de derribar sus puertas y alcanzar las reservas de alimentos donadas por el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, según el administrador.
La comida estaba destinada a los almuerzos de los estudiantes pobres, que a menudo eran su única comida del día. Pero desde entonces, los aterrorizados niños no han regresado.
La ira se desborda
Desde las calles llenas de humo de la capital hasta los trabajadores agrícolas que hundían sus machetes en los campos de Jeremie, el equipo de CNN escuchó repetidamente un enojado estribillo: Ariel kraze peyi a, Ariel kraze peyi a. «Ariel está destruyendo el país».
El primer ministro Ariel Henry, neurocirujano de formación, fue nombrado primer ministro en 2021 con el respaldo de Estados Unidos, Canadá y otros aliados clave, tras el asesinato del expresidente Jovenel Moise.
El trabajo era un cáliz envenenado; incluso entonces, se estimaba que las pandillas controlaban más de la mitad de Puerto Príncipe. Henry prometió restablecer el orden y celebrar elecciones, pero dos años y medio después, la primera república negra libre del mundo está más lejos que nunca de esos fundamentos democráticos. Las últimas elecciones en Haití se celebraron en 2016, por lo que la mayoría de los mandatos expiraron hace mucho tiempo, dejando vacantes los cargos electos, incluida la presidencia y toda la legislatura.
Es un paisaje fértil para los oportunistas políticos. A principios de este mes, Guy Philippe, un líder rebelde que recientemente fue repatriado por Estados Unidos a Haití después de cumplir condena por lavado de dinero, llamó a una revolución. Lo acompañaban en algunos videos miembros de la brigada de seguridad del Ministerio de Medio Ambiente de Haití (BSAP), lo que generó temores de que una fuerza de seguridad del Estado se volviera rebelde contra las autoridades.
«Estamos luchando para cambiar un sistema que no funciona para ningún haitiano, en el que nadie puede vivir, sin importar quién sea… Somos leales al gobierno, pero él no nos es leal a nosotros», dijo un comandante del BSAP, el inspector Odric Octina, a CNN.
“Estamos dispuestos a apoyar cualquier revolución que pueda liberar al pueblo haitiano de esta dictadura”, dijo, añadiendo que la BSAP no tiene intención de volver las armas contra el Gobierno y que su única acción hasta el momento había sido participar en protestas en Puerto Príncipe.
Mientras tanto, las pandillas no han mostrado reparos en atacar directamente a las instituciones gubernamentales.
Mientras los grupos armados atacaban la Penitenciaría Nacional, uno de los sindicatos de policías de Haití envió un mensaje desesperado a X el sábado, pidiendo refuerzos. Si los detenidos de la prisión son liberados para unirse a pandillas que ya están en libertad, advirtió el sindicato, “habremos terminado. Nadie se salvará en la capital”. Pero al final del día, la prisión había sido abierta; Ss cree que más de 3.500 prisioneros han escapado, según estimaciones de la ONU.
La violencia continuó durante todo el fin de semana, y el Gobierno de Haití anunció el domingo un estado de emergencia en el departamento Oeste, donde se encuentra Puerto Príncipe, y un toque de queda desde las 6 de la tarde hasta las 5 de la mañana en un esfuerzo por “recuperar el control de la situación”.
Esperanza con uniforme extranjero
El 7 de febrero era la fecha en que un nuevo gobierno electo debería haber asumido el poder en Haití, según un acuerdo entre el Gobierno de Henry y una coalición de figuras influyentes de la sociedad civil y el sector empresarial de Haití.
Pero las elecciones necesarias nunca se llevaron a cabo, por lo que el mes pasado Henry solo pudo ofrecer un raro discurso nacional pidiendo paciencia mientras la fecha límite llegaba y pasaba, diciendo a los ciudadanos que es hora de “unir nuestras cabezas para salvar a Haití”.
«La tarea principal de este Gobierno de transición es crear las condiciones en las que se puedan organizar elecciones», aseguró a los espectadores.
“Mi Gobierno interino está trabajando mano a mano con la policía para restablecer la vida normal en el país. Somos conscientes de que muchas cosas tienen que cambiar, pero esos cambios tenemos que hacerlos juntos y con calma”, afirmó también.
Ya se ha propuesto un nuevo plazo de transición: la semana pasada, los líderes del bloque regional Caricom dijeron en un comunicado que Henry había acordado celebrar elecciones generales a más tardar el 31 de agosto de 2025.
Hasta entonces, las mejores esperanzas de Henry pueden descansar en una solución externa sobre la cual tiene poco control: la fuerza de “apoyo militar” encabezada por Kenya solicitada por su Gobierno el año pasado y aprobada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
“La razón por la que el primer ministro solicitó la resolución de la ONU en octubre de 2022 es porque el departamento de policía y otras fuerzas no pueden desafiar a las pandillas”, dijo a CNN el asesor de Henry, Jean Junior Joseph.
La ira hacia el Gobierno por el problema de las pandillas en Haití está fuera de lugar, dijo también, enfatizando que el Gobierno tiene opciones limitadas.
«La situación es tan complicada que las bandas tienen más municiones que nosotros», afirmó.
La oficina del Primer Ministro rechazó la solicitud de entrevista de CNN.
Las intervenciones militares extranjeras son vistas con profundo escepticismo en Haití, donde las fuerzas de paz de la ONU son sinónimo de escándalos de abuso sexual y la introducción mortal del cólera. Aún no está claro cómo operará exactamente la misión encabezada por Kenya y qué tipo de precauciones en materia de derechos humanos tomarán sus fuerzas.
Aún así, las fuerzas de seguridad haitianas entrevistadas por CNN dicen que agradecen la ayuda. Estados Unidos —uno de los principales destinos para los inmigrantes haitianos que huyen de la agitación del país— también ha respaldado con entusiasmo la misión con una promesa de US$ 200 millones.
Puede que no sea una coincidencia que la última ola de violencia de pandillas comenzara mientras Henry estaba en Nairobi la semana pasada para firmar un acuerdo que sustentaba la misión.
Hay mucho en juego: si se entregan los más de 1.000 soldados prometidos, se espera que la fuerza extranjera plantee un serio desafío al control de las pandillas, lo que podría renovar la esperanza de cambio en el país y ganar tiempo para el asediado primer ministro.
Pero si la misión no llega pronto, los expertos y miembros del Gobierno advierten que es probable que explote la creciente presión por la insoportable violencia de Haití.