Miles de delegados de toda China se reúnen esta semana en Beijing para asistir al evento político anual más importante del país, en el que los líderes darán a conocer sus planes para dirigir la segunda mayor economía del mundo durante el próximo año e intentarán disipar la creciente preocupación por los retos a los que se enfrenta.
Proyectar confianza será probablemente una de las prioridades del líder chino, Xi Jinping, y de sus altos cargos del Partido Comunista durante este evento coreografiado de varios días de duración, conocido como las «dos sesiones», en las que se reúnen el poder legislativo y el máximo órgano consultivo de China.
La reunión, en gran medida ceremonial, adquiere este año mayor importancia, ya que la economía china se ha visto sacudida por la crisis del sector inmobiliario, la abultada deuda de los gobiernos locales, la deflación, la caída del mercado bursátil y las fricciones tecnológicas con Estados Unidos, todo lo cual alimenta las dudas sobre si el país perderá fuelle antes de alcanzar su objetivo de convertirse en una potencia mundial desarrollada.
También supondrá una ruptura significativa con los precedentes: la supresión de la rueda de prensa de clausura con el primer ministro chino, una tradición política que ha estado presente en la reunión durante tres décadas y que, en ocasiones, ofrecía una ventana poco habitual al pensamiento del número dos de China, que nominalmente está a cargo de la economía.
La conferencia de prensa tampoco tendrá lugar durante el resto del actual ciclo político de cinco años «a menos que se den circunstancias muy especiales», dijo el portavoz Lou Qinjian a los periodistas en Beijing el lunes antes de la jornada inaugural de la reunión legislativa, citando otras oportunidades de entrevista para los medios de comunicación a lo largo del evento. La reunión legislativa de este año también durará solo siete días, un formato más corto de lo que era habitual antes de la pandemia.
Es probable que los cambios se sumen a la preocupación general por la transparencia en torno a la elaboración de las políticas chinas y reduzcan aún más el perfil del primer ministro, que ya se había visto afectado por el control de línea dura de Xi sobre todas las áreas políticas, incluida la economía. Con Xi, el primer ministro y el Consejo de Estado, que funciona como el gabinete de China, han sido cada vez más marginados.
«Por diseño, solo quieren una voz: la del Partido (Comunista). No quieren que otras voces diluyan la voz del partido, que está controlado por Xi», afirmó Alfred Wu, profesor asociado de la Escuela de Políticas Públicas Lee Kuan Yew de la Universidad Nacional de Singapur.
Esto también significa que Xi está en el punto de mira, en momentos en que los problemas económicos han provocado una creciente frustración en China. La reunión se celebra un año después de que Xi iniciara un tercer mandato como presidente que cambió las normas, tras haber consolidado el poder en la cúpula del partido y amontonado en su liderazgo a una serie de funcionarios que parecían haber sido seleccionados por su lealtad más que por su experiencia.
Un año después —mientras la esperada recuperación poscovid aún no se ha materializado del todo, los jóvenes luchan por encontrar trabajo, los inversores lidian con las pérdidas del mercado y los propietarios de pequeñas empresas luchan por mantenerse a flote— ha ido aumentando el escepticismo sobre la dirección trazada por el líder y su nuevo equipo. Xi también ha supervisado una sacudida política en sus propias filas, lo que ha empañado aún más el inicio del nuevo mandato.
Puede que estos retos no supongan una amenaza para Xi, que es el líder más poderoso y con más autoridad de China en décadas. Pero la forma en que su equipo aborde estas preocupaciones tendrá implicaciones no solo para el futuro de China y sus 1.400 millones de habitantes, sino para la economía mundial en general, y es probable que los altos funcionarios de Xi acudan a la reunión sintiendo esa presión.
Los responsables políticos, los inversores y los empresarios de las capitales de todo el mundo también estarán muy atentos, especialmente en un año en el que las elecciones presidenciales estadounidenses podrían tensar aún más la relación entre las dos mayores economías del mundo.
«El gobierno quiere utilizar esta plataforma para enviar señales de que la economía china en general va bien y se encuentra en la trayectoria correcta», afirmó Chen Gang, investigador principal del Instituto de Asia Oriental de la Universidad Nacional de Singapur.
«Ahora hay muchas dudas y sospechas sobre la capacidad de la nueva administración… (así que) quieren demostrar que este gobierno, la nueva administración dirigida por el primer ministro Li Qiang, es capaz de manejar los asuntos económicos», dijo.
Reunión de delegados
La reunión, que tiene lugar en el cavernoso Gran Salón del Pueblo de Beijing, es el único momento del año en que la Asamblea Popular Nacional de China, compuesta por casi 3.000 miembros, se reúne en persona.
Este órgano tiene poco poder para trazar el rumbo del país, ya que la dirección política la marca el partido, cuyos miembros de élite toman las decisiones en reuniones a puerta cerrada a lo largo del año.
Pero las dos sesiones constituyen una importante plataforma para que el gobierno chino, notoriamente opaco, difunda su estrategia en materia de política económica, social y exterior y anuncie indicadores clave como el objetivo de crecimiento económico de China, su límite de déficit presupuestario y el gasto militar para el año próximo.
También es una oportunidad para que los líderes de la élite escuchen a los delegados, que proceden de todo el país y de distintos sectores sociales, aunque el espacio para este tipo de intercambios en la reunión y en general se ha reducido a medida que Xi ha reforzado el control ideológico y ha supervisado una campaña para aplastar las opiniones que se desvían de la línea del Partido Comunista.
Este tipo de controles también han aparecido en el reciente debate sobre la economía, donde algunos destacados analistas económicos han sido sometidos a restricciones en las redes sociales que parecen diseñadas para limitar su capacidad de expresión.
«El régimen suele utilizar la conferencia anual para asegurarse el apoyo de la sociedad china y reforzar la confianza en el mercado», afirma Xuezhi Guo, profesor de Ciencias Políticas en el Guilford College de Estados Unidos.
Ahora «esto es especialmente crucial dados los retos como el declive inmobiliario de China, la crisis bursátil, el elevado desempleo y el debilitamiento de la demanda», afirmó.
Los observadores analizarán cómo discuten o comentan los líderes cuestiones clave como la postura de China sobre la isla autónoma de Taiwán, sus relaciones con Estados Unidos y su apuesta por reforzar la innovación mientras Washington refuerza los controles a la exportación de tecnología.
Es concebible que Xi adopte una postura más conciliadora hacia Estados Unidos, aparcando temporalmente la ‘diplomacia del lobo guerrero’ y reorientando sus esfuerzos hacia el apoyo a la burocracia y a los tecnócratas para garantizar la estabilidad de la economía china», afirmó Guo.
El nombramiento de un nuevo ministro de Asuntos Exteriores en la reunión de este año también podría indicar un cambio de tono, algo que, según dijeron analistas antes de la reunión, podría producirse en los próximos días, aunque la agenda del evento anunciada el lunes no mencionaba cambios de personal.
Desde julio, cuando su recién nombrado sucesor, Qin Gang, fue destituido sin dar explicaciones tras desaparecer de la escena pública, Wang Yi, diplomático de alto rango y exministro de Asuntos Exteriores, ocupaba el cargo de forma temporal, como muchos esperaban.
A ese dramático momento le siguió, apenas unas semanas después, la desaparición y posterior destitución y sustitución de otro de los funcionarios elegidos a dedo por Xi para su tercer mandato: el entonces ministro de Defensa, Li Shangfu. De nuevo, se hizo sin explicación alguna, en el marco de una campaña anticorrupción y una aparente purga en el ejército chino.
Aunque analistas opinan que la sorpresiva reorganización no supuso una amenaza para el férreo control del poder por parte de Xi, sí planteó dudas sobre su juicio, y las vacantes que quedaron tras las destituciones siguen siendo un recordatorio de ello.
Además del cargo de ministro de Asuntos Exteriores, siguen vacantes dos puestos de alto rango en el gabinete chino, ocupados anteriormente por Li y Qin.
Retos económicos
Los indicios previos a la reunión sugieren que el gobierno chino se está preparando para apoyar el crecimiento económico en el próximo año, pero es poco probable que China desvele ningún estímulo importante.
«Beijing probablemente utilizará las dos sesiones para anunciar medidas tácticas destinadas a impulsar la confianza a corto plazo en la economía china, pero sin cambiar la estrategia subyacente de Xi de desarrollo dirigido por el Estado», dijo Neil Thomas, investigador del Centro de Análisis de China del Instituto de Política de la Sociedad Asiática.
El anuncio del objetivo de crecimiento económico para 2024, que hará el primer ministro Li el martes, es uno de los temas más importantes que habrá que seguir durante las dos sesiones.
Los analistas esperan que Li revele un objetivo de crecimiento relativamente ambicioso de «en torno al 5%», mostrando que los responsables políticos siguen centrados en el crecimiento económico, incluso cuando los retos se acumulan.
Los observadores también seguirán de cerca la respuesta de los mercados. De cara a la reunión, muchos son escépticos en cuanto a que las proyecciones de confianza y las medidas anunciadas en el evento basten para restablecer el optimismo.
Pero incluso si no lo consiguen, es poco probable que eso haga mella en el poder de Xi.
«Los problemas económicos del país están erosionando la confianza de la gente corriente en la capacidad de los dirigentes para lograr un mayor crecimiento y mejorar los medios de subsistencia», afirma Thomas.
«Sin embargo, Xi no necesita ganar elecciones, por lo que lo que más le importa es el control de la élite más que la aprobación popular. Y la economía parece estar muy lejos del tipo de colapso que podría desbordar el sofisticado aparato de represión del partido».