Según los sondeos, el partido conservador de la canciller obtiene en Baden-Wuerttemberg solo el 23% de sufragios; en Renania-Palatinado, la CDU quedaría segunda
La Unión Cristianodemócrata (CDU) ha arrancado la carrera a las elecciones generales del 26 de septiembre, esta vez sin Angela Merkel como cabeza de lista, con dos varapalos que ponen al partido y a su nuevo presidente, Armin Laschet, en una situación delicada. Nadie en la CDU relaciona el fracaso electoral en Baden-Württemberg y en Renania-Palatinado con los casos de corrupción que se han detectados en sus filas, pues la derrota se anticipaba en ambos Länder. El hecho de que la CDU se hundiera frente al Partido Socialdemócrata (SPD) y Los Verdes es, sin embargo, señal de mal agüero. Castiga la gestión de la pandemia de coronavirus por parte del Gobierno federal.
Se ha votado en pandemia y sobre la pandemia, un túnel al que Merkel y su ministro de Sanidad, Jens Spahn, no han sabido, según las últimas encuestas, llevar luz. Merkel ha pasado de una aprobación de casi el 80% al 60%. La actuación de Spahn sólo cuenta con el visto bueno del 32% de la población. Se suma al descontento un brote de corrupción especialmente indigesto, el negocio de diputados conservadores con las mascarillas cuando la sociedad más necesitaba de ellas.
Hace dos semanas, el Bundestag levantó la inmunidad a Georg Nüsslein, diputado de la Unión Socialcristiana (CSU), el ala bávara de la CDU, por sospechas de corrupción y fraude fiscal en el negocio de las mascarillas. Una semana después sucedió lo mismo con el diputado de la CDU, Axel Fischer, por haber aceptado dinero del régimen dictatorial de Azerbaiyán. Hay también acusaciones por prácticas dudosas en el comercio de mascarillas contra Mark Hauptmann y Nikolas Löbel. Las comisiones cobradas por los diputados van desde 288.000 a los 600.000 euros. Hauptmann y Löbel han renunciado a su acta de diputados. Nüsslein ha dejado la facción; no así su escaño.
La CDU ha reaccionado con celeridad a un escándalo de corruptelas que, en este año electoral, puede convertirse en algo más que una bomba fétida. Todos los diputados han sido llamados a firmar un código de transparencia que les obliga, entre otros, a comunicar los ingresos por actividades paralelas a partir de 100.000 euros, rechazar donaciones directas a sus campañas electorales y comunicar participaciones en empresas de más del 25%.
Dado que las encuestas nunca fueron favorables para la CDU en Baden-Württemberg y en Renania-Palatinado, queda por establecer si con el estadillo del escándalo de las comisiones ha habido una relación causa-efecto en las urnas. La derrota en ambos ‘Länder’ ha sido sin embargo notoria.
En Baden-Württemberg la victoria fue para el ecologista Winfried Kretschmann, pero tras cuatro años de coalición con la CDU, Kretschmann parece estar dispuesto a cambiar de compañero de baile. De forjarse el tripartito con el SPD y los liberales del FPD del que ya se habla en los medios alemanes, la CDU no sólo saldría del Gobierno sino que además lo haría con los peores resultados electorales de su historia. Ha obtenido el 23%, frente al 27% cosechado en 2016, según los pronósticos a pie de urna de la televisión pública.
Derrota igualmente histórica de la CDU en Renania-Palatinado y eso que el SPD, que gobierna el ‘Land’ desde hace 30 años, también se ha desangrado. La CDU ha obtenido, según los últimos datos disponibles, el 25,5% de los votos. Hace cuatro años logró el 31,8%. La socialdemócrata Malu Dreyer, que ha conquistado casi el 34% de las papeletas, repetirá legislatura con Verdes y liberales, echando nuevamente por tierra las aspiraciones de la CDU de reconquistar la «patria chica» de Helmut Kohl.
La CDU de la nueva era Laschet arranca con mal pie. Ya con las encuestas en contra, sin indicios de que su elección como presidente diera al partido el impulso buscado, y con el escándalo de las comisiones expandiéndose como aerosoles, Laschet se puso a salvo tirando de guión. «Los comicios regionales son eso, regionales. No tienen lectura nacional», dijo.
La tienen, y el primer ejemplo de ello es que los barones regionales con elecciones por delante pidieron retrasar la nominación del candidato a las generales. Con la cita de septiembre a la vuelta de la esquina, la CDU transita pues sin cabeza de lista y sin programa electoral. Salvo el SPD, que concurrirá con el ahora ministro de Finanzas, Olaf Scholz, el resto de las formaciones políticas está en una situación parecida.
Laschet no tiene prisa por la nominación, pues la da por hecho. El candidato a la Cancillería del bloque conservador que forma la CDU-CSU ha sido tradicionalmente de la CDU por ser la única formación de las dos con implantación federal. Pero la tradición no está reñida con la ambición, personal o colectiva, y el favorito de las encuestas es el líder de la CSU y ministro presidente de Baviera, Marcus Söder. El bávaro, que se ha destacado por la gestión de la crisis de coronavirus hasta convertirse, con Merkel, en el líder más valorado del país, afirma que su sitio está en Múnich. Pero se deja querer y la CDU, que ha perdido el liderazgo en las encuestas a favor de los Verdes, tiene vocación de poder. Los resultados en Baden-Württemberg y Renania-Palatinado, debilitan a Laschet.