Llegaron a La Habana antes de la irrupción de Fidel Castro y el Che Guevara. Algunos, vetustos, seguían circulando.
El Porsche 356 fue el primer modelo que la marca alemana puso en la calle. Había terminado la Segunda Guerra Mundial y la compañía daba sus primeros pasos formales después de una etapa de relación con el nazismo. De hecho, tan fuerte lo fue que este auto fue una evolución propia del legendario Escarabajo que Ferdinand Porsche había desarrollado para el régimen de su amigo Adolf Hitler. Un puñado de esos vehículos es el testimonio de lo que fue Cuba antes de la revolución. Habían llegado a la isla antes que el Che Guevara y que Fidel Castro y aún sobreviven, muchos como pueden. O como los dejaron.
Porsche nunca supo en verdad de la existencia de la revolución cubana. Murió el 30 de enero de 1951, por un infarto, después de haber salido de prisión (estuvo detenido acusado de cómplice del nazismo) y cumplido con su premisa de poner de pie su empresa. Tenía 75 años. Los movimientos revolucionarios en la isla comenzaron después de que Fulgencio Batista derrocara en 1952 el gobierno democrático de Carlos Prío Socarrás. Fue este militar el que estrechó los lazos con Estados Unidos en la década del 50.
Mientras comenzaba la Guerra Fría, La Habana era una pretendida Las Vegas en pleno Caribe. Y mientras surgían los primeros fuegos revolucionarios y tomaban fuerza en el camino que llevó al final del régimen de Batista el 1º de enero de 1959, Cuba era un centro de atracción. Los cabarets como Tropicana (que sigue en pie), los hoteles y casinos de lujo en el Malecón, los mafiosos urdiendo negocios y una vida licenciosa para las clases acomodadas era parte de lo cotidiano. En ese contexto, llegaban los grandes autos. Muchos americanos, de los que se han contado muchas historias de su forzosa perennidad. Y otros, menos, europeos.
El Porsche 356 alemán.
Lo que también aportaba Europa era la explosión del automovilismo, otro movimiento que apareció después de la guerra y una pantalla de propaganda para Batista. El dictador tuvo su Gran Premio de Cuba de Sports Cars, que se corría en paralelo con la Fórmula 1 y disponía de autos deportivos de producción. Los grandes pilotos se movían entre las dos categorías. Uno de los grandes golpes de escena de la revolución fue justamente en medio de esa carrera, en 1958, cuando tuvieron secuestrado por 30 horas a Juan Manuel Fangio, que había llegado a la isla para participar de la competencia que iba a terminar ganando Stirling Moss, con Ferrari.
Y los Porsche llegaron a Cuba
Para entonces ya estaba en pleno apogeo el Porsche 356 como un auto más sofisticado que el Type 1 de Volkswagen, el Escarabajo, ya que en sus orígenes hasta compartían el chasis. Con 17 años de vigencia entre 1948 y 1965, se produjeron poco más de 76.000 unidades de este modelo, el primer gran éxito de la marca hasta la irrupción del 911.
Otro 356 con los huecos de los faros traseros deformados: les habían puesto luces de un Lada.
Se cree que una treintena de 356 entraron a Cuba en los 50. Algunos lo hicieron incluso con la excusa del Gran Premio, el que se corrió hasta 1962, cuando el régimen de Castro lo extirpó por ser un emblema del capitalismo que veían en los inversores, las marcas de autos y hasta en los propios pilotos.
Con el triunfo de la revolución llegaron la expropiación y nacionalización de muchos bienes privados y de empresas en Cuba. Muchos aprovecharon para sacar del país lo más rápido posible algunos de los autos que allí había. Pero otros se quedaron bloqueados en la isla, y eso hace que hoy Cuba sea un auténtico museo rodante con joyas de Porsche tal vez escondidas en lugares secretos, y otros rodando en paupérrimas condiciones.
Los Porsche que sobrevivieron a la revolución en Cuba.
Es que ese puñado de 356 que quedaron en Cuba fueron a parar a manos del Estado y en su mayoría fueron usados como taxis durante los años posteriores. Otros fueron escondidos para ponerlos a salvo de las garras del Estado en garajes o establos. Son algunas de las joyas que se mantienen en buenas condiciones. Otros directamente durmieron arrumbados en la intemperie y son chatarra en el paisaje cotidiano.
Incluso se dio en los últimos años un desafío para encontrarlos. Lo lanzó una revista, Christophorus, que se planteó dar con los Porsche que todavía sobreviven en Cuba más de 50 años después de la revolución. Hubo un equipo que estuvo detrás de estos autos y en su recorrido dio con un viejo mecánico de un concesionario oficial de marca en la isla.
Un Porsche 356 Speedster (el número 52), preparado para un Gran Premio de Cuba en los años 50.
Raúl Abreu, el mecánico de marras, fue uno de los pocos vínculos reales con el sello alemán en Cuba porque hubo un Porsche Club que apenas resistió unos meses: fue fundado en 2003, por el entusiasmo de unos pocos propietarios locales, pero se disolvió rápidamente.
En el recorrido se toparon un 356 derruido por el paso del tiempo, el abandono y la mano del hombre: estaba en el jardín de una casa, debajo de un árbol. Era de color granate, no tenía motor y los huecos de faros traseros habían sido modificados para ponerles luces de un Lada de fabricación rusa. Al parecer, el dueño del auto ya no estaba en la isla, sino en Miami.
Un ejemplar de Porsche en perfecto estado de conservación y restaurado a nuevo con repuestos originales.
Hubo otros que encontraron en funcionamiento. Por ejemplo, un Porsche 356 del año 1953 que transitaba las calles. Azul en la carrocería pero seriamente salpicado por el ocre del óxido, quien lo manejaba lo halló abandonado y decidió ponerlo en funcionamiento. Para ello, lo dotó con un motor de Escarabajo.
Las imágenes que aparecieron fueron tomadas cuando no había vigilancia cerca, porque el régimen mantiene el celo con aquellos objetos que tienen que ver con el capitalismo. En otro jardín había un 356 de la primera generación. Las butacas habían sido cambiadas por unas de principios de los 2000. En las condiciones de este, cuentan, vieron algunos más.
Una imagen difundida por quien fuera miembro del Porsche Club de Cuba.
También hay algunos en buen estado. De hecho, se toparon con uno en color blanco que estaba restaurado a nuevo, con repuestos originales de Porsche, lo que despertó dudas respecto de cómo ingresaron las piezas en medio del bloqueo. Incluso un ex directivo del Porsche Club Cuba compartió alguna imagen con otros 356 en un estado respetable de conservación. Como restos del naufragio.