Carmen Maria Machado (Allentown, Estados Unidos, 1986) aún no había cumplido los 30 cuando conoció a la mujer que la atormentaría y maltrataría.
Licenciada en Harvard y de buena familia, se dedicaba a la escritura, hablaba además de su inglés nativo un francés fluido, lucía una coleta rubia y un físico como trabajado en el gimnasio.
Ella, «una morenita con gafas y curvas rayanas en la gordura», criada en el metodismo y ansiosa por experimentar un amor arrebatador —»quería ese deseo de conducir a través de cuatro estados» para estar con ella— no pudo evitar sentirse «como una niña que compra algo con su dinero por primera vez».
Luego se enteró por una amiga en común que le gustaba. Sintió el corazón lanzársele contra la caja torácica. Se le alineaban los planetas.
«Te amo», le dijo un día estando en la cama. «Ni la misma Dios lo podría haber planeado mejor», pensó ella.
«Parte del problema fue que te sentías afortunada», le diría después a su antiguo yo mientras escribía «En la casa de los sueños» (In the Dream House, 2019), un híbrido entre relato autobiográfico y ensayo en el que describe aquella traumática relación.
Y es que lo que parecía un idílico romance LGBTQ+ no tardó en derivar hacia el abuso.
Lo hizo, como muchas otras, con salidas de tono e insultos, celos, intimidación, aislamiento y hasta agresión física. Con una particularidad: la víctima en esta ocasión era una mujer y quien ejercía la violencia, su pareja, también.
Machado, autora de la igualmente aplaudida antología de cuentos «Su cuerpo y otras fiestas» —Her Body and Other Parties, finalista del National Book Award 2017—, habló con BBC Mundo como parte de nuestra cobertura del Hay Festival de Cartagena 2022, en el que participó.
Hay algo en la forma de escribir y estructurar el relato que hace que el lector te acompañe en la relación y comparta el miedo creciente, la angustia, se sienta por momentos perdido. ¿Fue intencional? ¿Es algo que tenías en mente cuando lo escribiste?
No sé si exactamente intencional, pero fue definitivamente la vibra del proceso de escritura.
¿Y fue sanador escribir, como dicen a menudo los autores de memoirs? ¿Fue un proceso catártico?
No, no lo fue. Fue muy doloroso y difícil. Nada catártico, nada sanador.
Pero contar cómo sufriste y saliste de aquella relación violenta no era tu único objetivo. También querías reflexionar en torno a la falta de relatos sobre abuso en parejas homosexuales, algo a lo que llamas «el silencio del archivo» o «la violencia del archivo». ¿Por qué era eso tan importante para ti?
Cuando no hay un archivo completo la gente cree que sus experiencias son singulares y que está sola. Y creo que (el hecho de que existan más relatos como los míos) es útil para que la gente sepa qué lugar ocupa en el mundo.
Esto se puede lograr creando archivos completos o, al menos, avanzando hacia ello. Es algo que deberíamos tener en mente como artistas, historiadores o periodistas.
(Que existan más relatos como los míos) es útil para que la gente sepa qué lugar ocupa en el mundo»
«Ciertamente, la mujer abusada ha existido desde que los seres humanos han sido capaces de manipulación psicológica y violencia interpersonal, pero como concepto generalmente entendido no existió —ni tampoco ellas— hasta hace unos 50 años.
La conversación sobre el abuso doméstico dentro de las comunidades queer es aún más nueva y más sombría.
(…)
Introduzco en el archivo que el abuso doméstico entre parejas que comparten identidad de género es posible y no poco común. Hablo en el silencio. Lanzo la piedra de mi historia a una vasta grieta; midan el vacío por el poco ruido que hace», escribe Machado en el prólogo.
¿Y qué papel tiene la comunidad queer en que falten esos relatos, más allá de algún testimonio judicial? ¿Cuál es esa «ansiedad de la minoría» de la que hablas y con la que lo explicas?
Me parece que la gente quiere mostrar una imagen de bondad uniforme y que es una presión que proviene de la homofobia, el racismo y el sexismo.
Esa presión hace que, si estás luchando por tus derechos o por el reconocimiento, generes un frente universal. Y eso, creo, contribuye definitivamente a la «violencia del archivo».
«¿Esa esa la ansiedad de la minoría, verdad?», escribe Machado en su libro. «Que si no tienes cuidado, alguien te verá hacer algo humano y lo usará en tu contra».
En ese sentido, también es relevante que se escriba sobre villanos queer, dices, porque con ello «les damos espacio para ser humanos, como personajes y como personas».
Es que parece que no basta con que seamos seres humanos para merecer derechos. También debemos ser personas ejemplares. Es cínico.
Hay que entender lo queer no como un estado de virtuosismo sino como una condición del ser humano que puede venir acompañado de bondad, maldad o cualquier otro rasgo.
Es pensarnos como seres humanos y permitirnos tener toda una serie de emociones humanas.
«Que la cultura dominante te considere una anomalía no quiere decir que no puedas ser común, tan común como una puta mierda«, dice en otras palabras en el libro.
Hay que entender lo ‘queer’ no como un estado de virtuosismo sino como una condición del ser humano que puede venir acompañado de bondad, maldad o cualquier otro rasgo»
¿Cuáles son los mitos más extendidos sobre el abuso en el seno de parejas que comparten identidad de género, en especial cuando la conforman dos mujeres?
Pensar que las relaciones queer son ideales o utópicas en vez de reales y humanas.
En su libro, Machado es menos escueta y ahonda más en esos mitos y conceptos erróneos.
Recuerda algunos casos judiciales de violencia entre parejas lesbianas en las que, para que encajara en la narrativa tradicional sobre el abuso doméstico, el abogado defensor hablaba de que la procesada, quien había matado a su pareja maltratadora, era «la mujer» en la relación lesbiana; la «femenina», y la abusadora «la masculina».
Y en el capítulo titulado «la Casa de los Sueños como Equivocación» apunta a cómo a los mitos y los conceptos erróneos también se les ha dado alas desde su misma comunidad:
«La comunidad queer ha utilizado durante mucho tiempo la retórica de los roles de género como una forma de absolver a las mujeres queer de la responsabilidad por el abuso doméstico. Lo que no quiere decir que los activistas y académicos no lo intentaran. (…).
Pero algunas lesbianas trataron de restringir la definición de abuso a las acciones de los hombres. Las butches pueden abusar de sus femmes, pero solo por su adoptada masculinidad. Los abusadores estaban usando el privilegio masculino. (Tomando prestada una frase de la crítica lesbiana Andrea Long Chu, eran culpables de «(traficar el patriarcado) a la utopía lesbiana»)».
En tu libro enlazas el relato sobre tu relación con referencias literarias y cinematográficas, pero también con una mirada a la realidad política. Hablas sobre el entonces presidente Barack Obama, quien según cuentas anunció que apoyaba el matrimonio homosexual justo el día en que rompiste definitivamente con «la mujer de la Casa de los Sueños», un miércoles de mayo de 2021. ¿Por qué era importante que esto estuviera en tu libro?
Porque todos los eventos que están narrados en el libro sucedían mientras en Estados Unidos estaba teniendo lugar una conversación activa sobre los derechos de los homosexuales, el matrimonio igualitario.
Así que, al tiempo que yo sufría esas ansiedades y esos miedos, ocurrían esas conversaciones muy públicas entre políticos por los que había votado—entre políticos conservadores también, pero ellos realmente no me importaban—.
Obama era el presidente por el que había votado —dos veces— y básicamente tenía que apoyar el matrimonio igualitario. Hubo algo muy extraño en pasar por aquellas experiencias (en mi relación de pareja) en tiempo real mientras observaba a este hombre que, a su manera, estaba afectando tanto mi vida.
Había una energía extraña, así que me pareció correcto y relevante incorporar la conversación completa a lo que estaba escribiendo.
En la última parte del libro comparas el haber pasado por una relación abusiva con haberse vacunado. ¿Cómo ves todo aquello desde la perspectiva actual? ¿Te sientes inmunizada?
Siempre será parte de mi ADN, como también parte de quién soy, lo cual es aplicable a todas las historias sobre relaciones. Algo en ti cambia, para bien o para mal, y se vuelven parte de ti para siempre. Así es, no siempre, pero con frecuencia.
He pasado los dos últimos años reconociendo la manera en la que aún me afecta. Tengo una relación compleja con eso. Pero, ya sabes… está hecho.
Y sigues hablando sobre ello…
En algún momento pararé (sonríe).