Pedro Sánchez, un político tenaz y sin miedo al riesgo

No sería la primera vez que Pedro Sánchez parece derrotado y se recupera. Perseverante y audaz, el presidente del gobierno español tratará de desmentir los sondeos el próximo domingo en las elecciones legislativas, el último reto de una carrera llena de giros inesperados.

«Aprendí a esforzarme hasta que el árbitro pita el final del encuentro», aseguró el socialista, muy aficionado al básquet, en una biografía titulada «Manual de resistencia».

La gran pregunta ahora es si las elecciones legislativas del 23 de julio, que convocó para sorpresa general tras la debacle de la izquierda en las municipales y regionales del 28 de mayo, serán el final de partido para este economista de 51 años, elogiado muchas veces por su sentido político y su tenacidad.

Los sondeos, que apuntan como vencedor a su rival conservador, Alberto Núñez Feijóo, y la animadversión del electorado de derechas lo sitúan, sin embargo, en una posición compleja. Pero «no hay que darlo por muerto todavía», juzga Paloma Román, politóloga de la Universidad Complutense de Madrid.

Con una sonrisa seductora, afable y telegénico, el presidente del gobierno -apodado, en ocasiones, como «El Guapo» al comienzo de su carrera- fue dado por muerto políticamente varias veces estos últimos años. Erróneamente.

«Es un superviviente», que ha cometido «errores» y tomado decisiones controvertidas, pero que «tiene buen olfato político» y se ha mostrado «capaz de remontar en situaciones bastante difíciles», insiste Paloma Román.

SOBRESALTOS

Nacido el 29 de febrero de 1972 en Madrid de una madre funcionaria y de un padre empresario, Pedro Sánchez cursó Economía en Madrid y Bruselas. Concluyó sus estudios con un controvertido doctorado en una universidad privada madrileña, acusado de haber plagiado su tesis, algo que él desmintió insistentemente.

Militante del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) desde la adolescencia, un Sánchez por entonces casi desconocido se convirtió en su secretario general en 2014 tras las primeras primarias celebradas en esta formación centenaria.

Dos años más tarde, sin embargo, recibiría un duro revés cuando, tras cosechar los peores resultados electorales de la historia del partido, fue defenestrado del liderazgo socialista en una rebelión interna del PSOE.

Pero gracias al apoyo de los militantes, Sánchez volvió por la puerta grande siete meses después, tras haber hecho campaña en su automóvil por toda España con un puñado de fieles para seducir a los militantes socialistas, que lo reconducirían al frente del partido.

Esta tenacidad lo llevaría al poder en junio de 2018 tras un nuevo golpe de efecto. Aglutinando a toda la izquierda, además de los independentistas vascos y catalanes, consiguió derribar con una moción de censura al conservador Mariano Rajoy, debilitado por un escándalo de corrupción, y convertirse en presidente del gobierno.

«FLEXIBLE POLÍTICAMENTE»

Fragilizado por la inestabilidad de esta alianza, calificada de «Frankenstein» por la derecha, Sánchez tuvo que convocar dos elecciones en 2019. Finalmente, decidió formar un gobierno de coalición con sus antiguos enemigos íntimos de la izquierda radical de Podemos, con los que logró mantenerse en el poder.

«Tuvo que adaptarse a las situaciones», resume Paloma Román, quien describe a este padre de dos adolescentes, que habla inglés con fluidez, como «pragmático» y «flexible políticamente».

Pese a las recurrentes tensiones con Podemos, cuyas posiciones generaron en muchas casos controversia en su partido, Sánchez -quien nombró en 2018 al gobierno más femenino de la historia de España- impulsó un vasto abanico de reformas.

Subió casi un 50% el salario mínimo, logró aprobar una reforma del mercado laboral destinada a reducir la precariedad e instauró una ley que rehabilitaba la memoria de las víctimas del dictador Franco (1939-1975), de quien exhumó sus restos del faraónico mausoleo donde estaban enterrados cerca de Madrid.

Llegado al poder poco después del intento fallido de secesión de Cataluña en 2017, logró igualmente restablecer el diálogo con los independentistas catalanes.

Una estrategia de la que suele enorgullecerse este antiguo miembro del equipo del alto representante de la ONU en Bosnia, pero que mermó la imagen de su gobierno, según los sondeos de opinión, debido a las concesiones, juzgadas inaceptables por la oposición de derechas.