El martes debiera ser electa como la segunda autoridad del país, una histórica vuelta de tuerca luego de que el mismo sector que hoy gobierna la destituyera en 2008 como ministra de Educación. Como senadora se ha hecho conocida como una opositora prácticamente irreductible -especialmente en la Comisión de Educación-, aunque en ocasiones ha concedido apoyos puntuales. En la derecha gobiernista las apuestas se inclinan por un último año difícil con ella al frente, pero algunos rescatan que, por su mismo perfil, ya saben a qué atenerse. Otros creen que hay espacio para llegar a acuerdos.
CHILE: Si no ocurre una sorpresa, en una semana más Yasna Provoste Campillay (51) alcanzará el cielo de una carrera política que hace 13 años conoció el infierno con su elección como presidenta del Senado. Desde allí tendrá facultades para controlar parte de la agenda legislativa de un gobierno en minoría parlamentaria, al que le queda su último año, y eso arroja en la administración Piñera y en sus filas un pronóstico incierto, variando a sombrío, sobre si ella les hará las cosas muy difíciles o no.
Su nombre ha sido el epítome de la opositora irreductible a La Moneda, y cuando allá algunos la describen suelen decir que se le tiene temor y que rara vez o ninguna han logrado negociar algo con ella; no recuerdan que ni Gonzalo Blumel ni sus sucesores en la Segpres lo hayan conseguido. Otras voces dudan que desde la testera siga siendo igual y hacen ver que contadas veces no ha votado en contra. El asunto es que con este 2021 tan revuelto, un gobierno que va de salida y una futura convención constituyente que puede o no opacar al Legislativo, pero también con Chile Vamos y la oposición guerreando en varios frentes, el rol de la senadora por Atacama es una incógnita.
En ambas trincheras creen que pesa su historia, que esta vez parece tener una vuelta de tuerca que la ha colocado frente al mismo sector que la destituyó el 2008 del Ministerio de Educación, castigo (cinco años fuera de la política) del que volvió con motivos de sobra -creen los suyos y los ajenos- para hacerse famosa con ese perfil. El 2013, cuando llegó al hemiciclo de la Cámara después de ser electa diputada, todavía estaban allí algunos diputados UDI que habían sentenciado la acusación constitucional: entre ellos comentaban ese primer día de clases que ella no los saludaba.
Ella había sido una de las promotoras de la acusación del 2008 y dos años después, junto a su marido, Andrés Allamand, quisieron convertir eso en un hito premonitorio de la derrota concertacionista del 2010 al dedicarle dos capítulos de La estrella y el arcoíris: cómo, después de 20 años, fue derrotada la Concertación (Aguilar, 2010), libro sucesor de El desalojo: por qué la Concertación debe irse el 2010 (2007). Aunque a Provoste se la ha oído comentar que ha superado lo del 2008, que en su alma no guarda rencor y que con Cubillos comenzaron tratándose bien al inicio de Piñera, Parte II (a la larga se enfrentaron igual), en ambos lados de la cancha siguen creyendo que el pasado es pesado. Como sea, la oposición le sacó en cara al gobierno el castigo a Provoste para la acusación contra Cubillos (2019), como ya lo había hecho en la que derribó a Harald Beyer (2013).
Cosa curiosa: en la DC aseguran que Provoste sigue comunicándose con el antecesor de Cubillos, Gerardo Varela. Que algunas veces intercambian mensajes relativos a materias de educación.
Con tanta ropa en el tendedero no extrañó en La Moneda que proyectos de Educación chocaran contra la muralla Provoste. En octubre del 2018 Cubillos se jugaba la carta del denominado “Aula Segura” y en Chile Vamos todavía recuerdan que la senadora lideró el rechazo al texto original: en la comisión especializada prácticamente le extirparon el corazón a la iniciativa y hasta le cambiaron el nombre (lo rebautizaron como “proyecto de ley que fortalece las facultades de los directores de los establecimientos educacionales en materias de convivencia escolar”). El Ejecutivo tuvo que gastarse en volver a negociar con sus adversarios al día siguiente.
En el bando gobiernista recuerdan que la Segpres de entonces tampoco consiguió que avanzaran otros proyectos, como uno de financiamiento estatal para la educación superior que buscaba con el CAE, y que -según estas versiones- la senadora no lo ponía en la tabla de la comisión cuando la presidía. “Nunca se pudo negociar nada con ella”, aseguran testigos de ese sector.
Pero en ocasiones Provoste ha abierto juego, reconocen. El ejemplo que más mencionan en el gobierno ocurrió en diciembre, cuando tras un tenso tira y afloja lograron que el Senado visara la nominación de Natalia González en el Consejo Directivo del Consejo para la Transparencia (CPLT). La abogada tuvo en contra el rechazo opositor, porque es directora de Asuntos Jurídicos y Legislativos del Instituto Libertad y Desarrollo, pero la senadora atacameña no se opuso y votó a favor. Entonces les retrucaba a sus pares que si no habían trabado antes la llegada al CPLT de Jorge Jaraquemada, director ejecutivo de la Fundación Jaime Guzmán, entonces para qué vetar a González. Provoste, además, cree que hay que abrir espacios de paridad de género.
Con este rayado de cancha, la duda en La Moneda persiste. El Senado pronto votará en sala -en unas dos o tres semanas, calculan en el Ejecutivo- el complejo proyecto de reforma a las pensiones que tanto enfrenta a ambos bandos, y sigue pendiente la ratificación del acuerdo comercial TPP-11 (la saliente Adriana Muñoz lo dejó en manos de la próxima mesa). La pregunta del Ejecutivo es si la inminente presidenta del Senado usará o no sus atribuciones para ordenar la tabla al antojo opositor, dejando bien abajo las urgencias del Ejecutivo. Provoste y el ministro Segpres, Juan José Ossa, no se conocen mucho, algo se trataron cuando él era el subsecretario de Cristián Monckeberg.
Los que conocen a Provoste no muestran mucho sus cartas, pero hacen ver lo siguiente. Que ella está por el diálogo y no por la obstrucción porque sí, pero que espera que La Moneda tenga una conducta equilibrada ante las demandas ciudadanas, y que piensa que la función republicana del Poder Ejecutivo no se puede entender como tratar de anular al otro. Que ella está por conversar, pero que si Palacio intenta imponer algo no les va a ir muy bien.
La senadora es conocida por su mirada bien crítica al desempeño del gobierno durante la pandemia y cree que debe hacer más por asistir a la población. Ayer pidió que el Ministerio de Educación informe sobre las falencias de los planteles que han reiniciado las clases. Y cuando el Presidente Piñera dejó hablando sola en La Moneda a Adriana Muñoz, acusó que “el diálogo honesto y constructivo requiere respeto, una palabra que el Presidente @sebastianpinera parece desconocer. Su gesto machista e irrespetuoso lo devela en plenitud”.
En La Moneda no desconocen que la mano se les puede venir adversa con esta nueva contraparte, pero abrigan esperanzas. Una de ellas apunta a que el rol de Provoste en la testera se balancee con el del senador Jorge Pizarro -su más probable acompañante allí-, quien pese a ser también un duro detractor del Ejecutivo ha negociado y llegado a acuerdos con él. Los dos son muy cercanos, pero más de alguna vez han intercambiado diferencias de óptica en sus conversaciones, sin llegar a chocar. Ambos han formado algunas veces una especie de minibancada, en ocasiones con el senador Francisco Huenchumilla, dentro de la bancada DC, lejos de las posturas de la senadora Carolina Goic. Con Ximena Rincón ha coincidido en casos.
Los aliados de Provoste explican que la decisión de empujar su llegada a la testera (Pizarro se hizo a un lado) también busca dar varias señales en este año crítico. Una es a la oposición, en el sentido de reivindicar un perfil más nítido, de intentar buscar cohesión pese a su fractura (Provoste mantiene buenos lazos con frenteamplistas, como el senador RD Juan Ignacio Latorre). Otra es a la DC, una especie de mensaje de que se está en contra del partido que el 2017 se fue por el camino propio con Goic, aventura que terminó mal: este punto, dicen, quieren remarcarlo en momentos en que pronto se resolverá si Ximena Rincón repite o no ese guion (ha dicho que no). Además, Pizarro y Provoste no tienen las mejores migas con el jefe DC, Fuad Chahin.
Y la otra señal es a La Moneda, dicen los íntimos de ella: que no crean que pueden seguir tratando con “desaires” a la oposición en el Senado.
Lo curioso es que en el gobierno, e incluso en la UDI, quieren creer que pese a todo, esto puede transcurrir en paz si es que -dicen- la nueva presidenta del Senado prefiere asumir el salto a ser “mujer de Estado” como la segunda autoridad del país, en vez de seguir siendo una opositora irreductible. Piensan que tampoco le conviene estirar mucho el elástico con la dirigencia DC en este año electoral. Pero otra duda en Palacio es si es que buscará evitar, tratando de ser protagonista, que la constituyente opaque al Parlamento.
Como conocedor casi por antonomasia del Congreso, el exministro Segpres y hoy senador UDI Claudio Alvarado cree que “Yasna Provoste marca con fuerza sus diferencias con las posiciones del gobierno. Pero al mismo tiempo, creo que tiene clara la distinción entre su rol como senadora de regiones y su rol institucional como presidenta de la corporación. Sumado eso a que ella no va a la reelección este año, creo que puede mostrar un rol institucional marcando sus puntos, pero respetando la posición del Senado en su conjunto”.
¿Su pronóstico? “Siempre es posible conversar y buscar consensos. La ventaja que uno tiene con Yasna Provoste es que uno conoce su posición de antemano, por lo tanto, no hay sorpresa de eventuales cambios de decisiones. Por lo tanto, conociendo las posturas y enfrentándolas con ciertos argumentos, creo que al final del día se puede avanzar. No con facilidad, pero se puede avanzar”.